Cuando
se acerca la celebración de Año Nuevo, le gente suele poner sobre la mesa todo
tipo de rituales y tradiciones, algunos tan viejos como el dolor de muelas y
otros que son la moda en internet o en alguna revista: comer doce uvas, dar una
vuelta cargando una maleta, saltar doce veces, saltar mientras te comes las
uvas, saltar mientras te comes la uvas y corres con tu maleta…en fin, la lista
puede ser tan extensa como variada.
La
familia con la que he pasado esta fiesta en los últimos años tiene su propio
ritual: Cada persona invitada a la cena escribe doce deseos que tiene para el
año que inicia en un papel y todas esas listas van a parar a una bolsa sujetada
a un globo de Cantoya que se lanza al cielo estrellado, un poco antes de que
inicie el Año Nuevo.
El
31 de Enero a las diez de la noche me estaba enfrentando una vez más al papel
en blanco cuando pensé: ¿Acaso podrá un solo deseo incluir todo lo que
necesito, anhelo y quiero para este año que empieza? Después de todo, si
analizaba mi corazón, doce deseos no cubrían mis necesidades, ni siquiera
ciento veinte se acercaban, así que decidí darle el control a Dios de todos mis
anhelos, condensados en un solo deseo y fue allí cuando la confirmación llegó a
mi corazón y escribí mi único deseo en el papel: “Amar a Dios sobre TODAS las cosas”.
Minutos
después, mi deseo subió entre la fría brisa nocturna del valle rumbo a las
nubes y yo sentí que había tomado la última decisión correcta del año.
En
el libro de Ezequiel, capítulos 22 y 23,
Dios estaba muy enojado con Jerusalén, con su pueblo amado. Mientras que Dios
los había liberado de la esclavitud y los había asentado y engrandecido entre
los otros pueblos, especialmente en el período en que reinaron David y luego su
hijo Salomón, Israel había caído en una espiral de idolatría, asesinatos,
sobornos y una lista muy larga de cosas que los alejaron de Dios, hasta el
punto en que literalmente, sus actos demostraron que se habían olvidado de Él y
acabaron adorando demonios escondidos en estatuas de madera. Y Dios estaba
enojado con ellos. Dios se percibe traicionado, como un padre al que sus hijos
abandonaron, como un esposo al que su esposa engañó con otro. De hecho, Dios
comparaba a su ciudad amada con una prostituta que ha regalado lo más preciado
por un poco de placer.
Hoy
muchos vivimos peligrosamente bajo la gracia de Jesús, como si
hiciéramos constante equilibrio, caminando sobre una cornisa en el décimo piso, esperando no caernos mientras disfrutamos de la sensación y la
adrenalina.
Muchos
nos definimos como “pecadores redimidos por la gracia de Dios” y nos quedamos
más cerca de la palabra “pecadores” que de “Dios” y vivimos dependiendo
constantemente de la gracia como si se tratara de un antídoto que debemos tomar
después que dejamos que el veneno del pecado haya circulado un poco por
nuestras venas.
Pero
resulta que Dios es el mismo ayer, hoy y siempre.
La
venida de Jesús no ha cambiado lo que Dios siente acerca del pecado. El enojo
que Dios le mostraba al profeta Ezequiel acerca de la idolatría, el adulterio y
otras prácticas pecaminosas es el mismo hoy en día. Si la humanidad no fue
destruida como en los tiempos de Noé, fue tan solo porque Dios nos ama tanto
que dio a su Hijo por paga de esas terribles transgresiones y nos construyó un
puente por amor y gracia. Pero eso no incluye una “free card” para pecar y
luego arrepentirnos o no significa que Dios ya no tome en cuenta cuando
pecamos, porque el pecado sigue siendo una transgresión contra Dios.
Cuando
convivimos con ciertas prácticas del
pasado o deseos del mundo, que sabemos que Dios no aprueba y entramos en la
rutina de “peco – oro - me arrepiento - peco”, nos vamos alejando de Dios, como
un bote que no ha sido anclado y comienza a dejarse llevar casi
imperceptiblemente por la corriente hasta que ya está demasiado alejado de la
costa para regresar.
Lo
mismo le pasó a Israel. Cuando algunos de sus gobernantes dejaron de amar a
Dios “sobre todas las cosas” como lo hacía, por ejemplo, el rey David, “todas
las cosas” comenzaron a trepar hacia el tope de la lista para ocupar el lugar
que solo le pertenece a Dios. Muy pronto, los ídolos emergieron porque representaban
todo lo que la carne clamaba por satisfacer. Una cosa llevó a la otra y en poco tiempo Israel pasó de
adorar a Dios en el templo a echar a sus hijos vivos al fuego para obtener
favores de ídolos demoníacos.
Es
que eso es lo que hace el pecado, nos va permeando.
Una
vez, en un departamento que rentaba en Buenos Aires, apareció una mancha de
humedad en la pared de un día al otro. Como estaba muy ocupado en otras cosas
no le presté atención debida.
Al
otro día la mancha estaba más grande pero no la noté porque no estaba
mirándola. Tres días después la mancha cubría toda la pared y me vi obligado a
prestarle atención. Allí descubrí que un caño del departamento vecino se había
roto y toda el agua jabonosa que salía de su lavadora acabó en la pared. Al
arrendador le costó casi dos meses de trabajo sacar esa humedad y reparar la
pared, lo que se habría evitado si yo hubiese tomado cartas en el asunto cuando
apareció la manchita.
A
veces, cuando leemos la Biblia, nos encanta llegar a los versículos donde están
las promesas de Dios en forma de coronas, dones y ministerios. Amamos leer
sobre el perdón a través de Jesús. Nos deleitamos sabiéndonos poseedores del
boleto de ida al Reino de Dios y, por qué no, más de una vez miramos a los demás con cierta arrogancia.
Después
de todo, somos príncipes y reyes por la eternidad ¿No?
Así
como en la película “El Padrino” cuando Michael Corleone vende su alma al
aceptar participar en el asesinato de Solozzo y con eso se condena a pertenecer
a la mafia de la siempre vivió apartado, el momento en que nos sentimos algo
más que humanos redimidos por la gracia de Dios, marca la re-entrada de Satanás
en la película de nuestra vida cristiana.
Por
eso es tan necesario volver a estos pasajes en Ezequiel. Recordar lo que Dios
siente acerca del pecado y la idolatría. Sentir el dolor de Dios ante la
traición de su pueblo amado y entender realmente el tamaño de su amor ante el
perdón.
¿Qué
tan permisivos nos hemos vuelto a las cosas que Dios detesta? ¿Hasta dónde
estamos dispuestos a abusar de Su Gracia?
Un
cristiano que vive pecando es peor que un pecador que nunca ha aceptado a Dios,
porque con sus acciones niega el poder de Dios en su vida y hace que otros no
quieran acercarse a la gracia de Jesucristo.
Cuando
caemos en cuenta y le pedimos a Dios que nos dé visión para ver el pecado como
Él lo ve, entonces entendemos. Entonces comprendemos algo más sobre la santidad
de Dios.
Es
allí cuando descubrimos, así como descubrí la mancha de humedad, que hay cosas
en nuestro corazón que están tomando un lugar que nos les pertenece. Con el
corazón abierto delante del cirujano divino, aparecen hábitos y decisiones que
ya no deben estar allí. ¿Cómo quitarlas?
¿Cómo evitar que regresen? ¿Cómo
estar alertas a mantener un corazón limpio y un espíritu recto delante de Dios?
Para
mí, la respuesta flotaba en la noche debajo de la luz mortecina de una llamita
que impulsaba un globo hacia arriba: Amar
a Dios por sobre TODAS las cosas.
Amar
a Dios con todo mi corazón, mi alma y mi mente: Esto es más que un mandamiento,
es un verbo, es acción, es una decisión que se renueva cada minuto, cada hora,
cada día.
Si
me comprometo en poner esto en práctica, si busco realmente el amar a Dios por
sobre todo, entonces será muy difícil para el pecado el acceder y quedarse en
mi corazón. Podré caer eventualmente porque soy humano y falible, pero no
viviré en el error, porque mi deseo, mi propósito constante será el amar y
poner a Dios primero en mi vida y eso me dará la perspectiva correcta para
sacar lo que no sirve, lo que no le agrada a Dios.
¿De
qué sirve cualquier otro logro si Dios no es el rey de mi corazón? ¿De qué
sirve ser el barco más rápido y poderoso si el timón es pequeño y está en las
manos equivocadas?
2014
ha comenzado. Tenía una lista muy larga de cosas por realizar, pero creo que
escogí la única que realmente importa y espero que en este año pueda aprender a
amar a Dios como Él me ama, porque el amarlo sobre todo debe dejar de ser ese
mandamiento que muchas veces pensamos que no se puede lograr y más bien debe
convertirse en el sentido único de nuestra vida.
Pablo
Monlezun
Ahi vas...
(Debajo de cada relato encontrarán los capítulos y versículos en que se basa. Se encuentran bajo el título “Referencias Bíblicas” y los animo a leer los capítulos completos para tener el contexto adecuado)
REFERENCIAS
BIBLICAS:
EZEQUIEL
22 Y 23
MATEO 22
ROMANOS 3
SALMOS 51
PROVERBIOS
9
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