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sábado, 4 de enero de 2014

EL MEJOR DESEO

Cuando se acerca la celebración de Año Nuevo, le gente suele poner sobre la mesa todo tipo de rituales y tradiciones, algunos tan viejos como el dolor de muelas y otros que son la moda en internet o en alguna revista: comer doce uvas, dar una vuelta cargando una maleta, saltar doce veces, saltar mientras te comes las uvas, saltar mientras te comes la uvas y corres con tu maleta…en fin, la lista puede ser tan extensa como variada.


La familia con la que he pasado esta fiesta en los últimos años tiene su propio ritual: Cada persona invitada a la cena escribe doce deseos que tiene para el año que inicia en un papel y todas esas listas van a parar a una bolsa sujetada a un globo de Cantoya que se lanza al cielo estrellado, un poco antes de que inicie el Año Nuevo.

El 31 de Enero a las diez de la noche me estaba enfrentando una vez más al papel en blanco cuando pensé: ¿Acaso podrá un solo deseo incluir todo lo que necesito, anhelo y quiero para este año que empieza? Después de todo, si analizaba mi corazón, doce deseos no cubrían mis necesidades, ni siquiera ciento veinte se acercaban, así que decidí darle el control a Dios de todos mis anhelos, condensados en un solo deseo y fue allí cuando la confirmación llegó a mi corazón y escribí mi único deseo en el papel: “Amar a Dios sobre TODAS las cosas”.



Minutos después, mi deseo subió entre la fría brisa nocturna del valle rumbo a las nubes y yo sentí que había tomado la última decisión correcta del año.

En el libro de Ezequiel, capítulos  22 y 23, Dios estaba muy enojado con Jerusalén, con su pueblo amado. Mientras que Dios los había liberado de la esclavitud y los había asentado y engrandecido entre los otros pueblos, especialmente en el período en que reinaron David y luego su hijo Salomón, Israel había caído en una espiral de idolatría, asesinatos, sobornos y una lista muy larga de cosas que los alejaron de Dios, hasta el punto en que literalmente, sus actos demostraron que se habían olvidado de Él y acabaron adorando demonios escondidos en estatuas de madera. Y Dios estaba enojado con ellos. Dios se percibe traicionado, como un padre al que sus hijos abandonaron, como un esposo al que su esposa engañó con otro. De hecho, Dios comparaba a su ciudad amada con una prostituta que ha regalado lo más preciado por un poco de placer.

Hoy muchos vivimos peligrosamente bajo la gracia de Jesús, como si hiciéramos constante equilibrio, caminando sobre una cornisa en el décimo piso, esperando no caernos mientras disfrutamos de la sensación y la adrenalina.

Muchos nos definimos como “pecadores redimidos por la gracia de Dios” y nos quedamos más cerca de la palabra “pecadores” que de “Dios” y vivimos dependiendo constantemente de la gracia como si se tratara de un antídoto que debemos tomar después que dejamos que el veneno del pecado haya circulado un poco por nuestras venas.

Pero resulta que Dios es el mismo ayer, hoy y siempre.

La venida de Jesús no ha cambiado lo que Dios siente acerca del pecado. El enojo que Dios le mostraba al profeta Ezequiel acerca de la idolatría, el adulterio y otras prácticas pecaminosas es el mismo hoy en día. Si la humanidad no fue destruida como en los tiempos de Noé, fue tan solo porque Dios nos ama tanto que dio a su Hijo por paga de esas terribles transgresiones y nos construyó un puente por amor y gracia. Pero eso no incluye una “free card” para pecar y luego arrepentirnos o no significa que Dios ya no tome en cuenta cuando pecamos, porque el pecado sigue siendo una transgresión contra Dios.

Cuando convivimos con  ciertas prácticas del pasado o deseos del mundo, que sabemos que Dios no aprueba y entramos en la rutina de “peco – oro - me arrepiento - peco”, nos vamos alejando de Dios, como un bote que no ha sido anclado y comienza a dejarse llevar casi imperceptiblemente por la corriente hasta que ya está demasiado alejado de la costa para regresar.

Lo mismo le pasó a Israel. Cuando algunos de sus gobernantes dejaron de amar a Dios “sobre todas las cosas” como lo hacía, por ejemplo, el rey David, “todas las cosas” comenzaron a trepar hacia el tope de la lista para ocupar el lugar que solo le pertenece a Dios. Muy pronto, los ídolos emergieron porque representaban todo lo que la carne clamaba por satisfacer. Una cosa llevó  a la otra y en poco tiempo Israel pasó de adorar a Dios en el templo a echar a sus hijos vivos al fuego para obtener favores de ídolos demoníacos.
Es que eso es lo que hace el pecado, nos va permeando.

Una vez, en un departamento que rentaba en Buenos Aires, apareció una mancha de humedad en la pared de un día al otro. Como estaba muy ocupado en otras cosas no le presté atención debida.

Al otro día la mancha estaba más grande pero no la noté porque no estaba mirándola. Tres días después la mancha cubría toda la pared y me vi obligado a prestarle atención. Allí descubrí que un caño del departamento vecino se había roto y toda el agua jabonosa que salía de su lavadora acabó en la pared. Al arrendador le costó casi dos meses de trabajo sacar esa humedad y reparar la pared, lo que se habría evitado si yo hubiese tomado cartas en el asunto cuando apareció la manchita.

A veces, cuando leemos la Biblia, nos encanta llegar a los versículos donde están las promesas de Dios en forma de coronas, dones y ministerios. Amamos leer sobre el perdón a través de Jesús. Nos deleitamos sabiéndonos poseedores del boleto de ida al Reino de Dios y, por qué no, más de una vez miramos a los demás con cierta arrogancia.

Después de todo, somos príncipes y reyes por la eternidad ¿No?

Así como en la película “El Padrino” cuando Michael Corleone vende su alma al aceptar participar en el asesinato de Solozzo y con eso se condena a pertenecer a la mafia de la siempre vivió apartado, el momento en que nos sentimos algo más que humanos redimidos por la gracia de Dios, marca la re-entrada de Satanás en la película de nuestra vida cristiana.

Por eso es tan necesario volver a estos pasajes en Ezequiel. Recordar lo que Dios siente acerca del pecado y la idolatría. Sentir el dolor de Dios ante la traición de su pueblo amado y entender realmente el tamaño de su amor ante el perdón.

¿Qué tan permisivos nos hemos vuelto a las cosas que Dios detesta? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a abusar de Su Gracia?

Un cristiano que vive pecando es peor que un pecador que nunca ha aceptado a Dios, porque con sus acciones niega el poder de Dios en su vida y hace que otros no quieran acercarse a la gracia de Jesucristo.
Cuando caemos en cuenta y le pedimos a Dios que nos dé visión para ver el pecado como Él lo ve, entonces entendemos. Entonces comprendemos algo más sobre la santidad de Dios.

Es allí cuando descubrimos, así como descubrí la mancha de humedad, que hay cosas en nuestro corazón que están tomando un lugar que nos les pertenece. Con el corazón abierto delante del cirujano divino, aparecen hábitos y decisiones que ya no deben estar allí. ¿Cómo quitarlas?  ¿Cómo evitar que regresen?  ¿Cómo estar alertas a mantener un corazón limpio y un espíritu recto delante de Dios?

Para mí, la respuesta flotaba en la noche debajo de la luz mortecina de una llamita que impulsaba un globo hacia arriba: Amar a Dios por sobre TODAS las cosas.

Amar a Dios con todo mi corazón, mi alma y mi mente: Esto es más que un mandamiento, es un verbo, es acción, es una decisión que se renueva cada minuto, cada hora, cada día.

Si me comprometo en poner esto en práctica, si busco realmente el amar a Dios por sobre todo, entonces será muy difícil para el pecado el acceder y quedarse en mi corazón. Podré caer eventualmente porque soy humano y falible, pero no viviré en el error, porque mi deseo, mi propósito constante será el amar y poner a Dios primero en mi vida y eso me dará la perspectiva correcta para sacar lo que no sirve, lo que no le agrada a Dios.

¿De qué sirve cualquier otro logro si Dios no es el rey de mi corazón? ¿De qué sirve ser el barco más rápido y poderoso si el timón es pequeño y está en las manos equivocadas?

2014 ha comenzado. Tenía una lista muy larga de cosas por realizar, pero creo que escogí la única que realmente importa y espero que en este año pueda aprender a amar a Dios como Él me ama, porque el amarlo sobre todo debe dejar de ser ese mandamiento que muchas veces pensamos que no se puede lograr y más bien debe convertirse en el sentido único de nuestra vida.

Pablo Monlezun

                                        
                                                        Ahi vas...


(Debajo de cada relato encontrarán los capítulos y versículos en que se basa. Se encuentran bajo el título “Referencias Bíblicas” y los animo a leer los capítulos completos para tener el contexto adecuado)

REFERENCIAS BIBLICAS:

EZEQUIEL 22 Y 23
MATEO 22
ROMANOS 3
SALMOS 51
 PROVERBIOS 9

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