En estos días, en muchas partes del mundo se celebra
Halloween. Millones de personas se disfrazarán de monstruos, fantasmas,
asesinos seriales, enfermeras despechugadas y por supuesto, de todo tipo de
zombies, que es la moda de hoy. Y, claro, todos tratarán de acudir a la fiesta
con el mejor disfraz que supresupuesto le haya permitido.
Más allá de las terribles implicaciones espirituales
de esta celebración pagana, la gente se
disfraza de todos estos iconos de temor como una forma de minimizarlos, de
burlarse, de jugar a que estamos por encima de aquello que nos causa espanto y al menos,
por una noche, nos reímos del miedo caricaturizado.
Pero en este concurso, el premio al mejor disfraz de
la noche se lo lleva uno solo: el miedo.
El miedo o el temor: esa emoción primaria provocada
por la sensación o el conocimiento de un peligro real o supuesto. Presente,
futuro o a veces hasta pasado, el miedo es un experto en el uso del disfraz y
el camouflage y usa todo lo que está a nuestro alrededor, todas las
circunstancias, todas las grietas de nuestra personalidad para tratar de
meterse y apoderarse del control de nuestras vidas.
Y para él, todo el año es Halloween.
Y para él, todo el año es Halloween.
El miedo o temor es una gran locomotora oscura que arrastra varios vagones: oscuridad, necedad
(cuantas tonterías no hemos hecho por temor) la mentira, la idolatría (Cuantos
pactos no habremos cerrado sin saberlo por temor…) soledad, violencia,
enfermedad, muerte…Y por supuesto, ya sabemmos quien es el
maquinista que conduce la locomotora por las vías de nuestra mente.
Cuando éramos niños y no podíamos resistir ver una
película de terror de esas que pasaban los sábados por la noche en la tv, a
muchos nos ocurría que luego, en la oscuridad de nuestro cuarto, sentíamos o
creíamos ver cosas que nos asustaron: una sombra que se movía, la puerta del
closet que se abría un poquito, ruidos cercanos...Cosas que no eran
una amenaza y ni siquiera eran reales (la sombra era el movimiento de unas
ramas ante el farol de la calle, la puerta se entreabrió por la brisa, los
ruidos eran las maderas del suelo encogiéndose ante el cambio de clima)
Y es que ese es el truco más usado por el temor: engañarnos para que creamos que esa supuesta amenaza nos va a destruir y así, no solo no podamos avanzar, sino que abramos camino a los vagones que vienen detrás de la locomotora para que nos aplasten y, por supuesto, para que nuestra fe y confianza en Dios se debilite o desaparezca.
Y es que ese es el truco más usado por el temor: engañarnos para que creamos que esa supuesta amenaza nos va a destruir y así, no solo no podamos avanzar, sino que abramos camino a los vagones que vienen detrás de la locomotora para que nos aplasten y, por supuesto, para que nuestra fe y confianza en Dios se debilite o desaparezca.
El temor es algo con lo que he luchado muchos años de
mi vida. Cuando conocí a Cristo hace más de 20 años, recuerdo que regresaba de
la iglesia hacia mi casa e iba leyendo mi Biblia nueva (que me había regalado
el mismo amigo que me compartió de Jesus) y recuerdo que en ese bus que iba casi vacío,
leía y tuve la primera porción bíblica de mi vida por la que Dios me habló
directamente. Ya saben, cuando una palabra específica parece “saltar” hacia
nosotros, hacia nuestro corazón y nos habla directamente al espíritu. Esa palabra
esta en Juan 6:20 y el primer versículo con el que Dios habló a mi vida dice:
“Mas El les dijo: Yo Soy, no temáis” (Versión RV)
Por supuesto no era ninguna casualidad. Dios estaba
apuntando a uno de los problemas más profundos de mi vida. Pero no fue tan
fácil. Pasaron muchos años con los que luché contra este sentimiento y muchas
veces perdí, dejando que tome control de mi vida. La lista de estupideces y
errores que cometí por dejar que el miedo me domine es del largo de un rollo de
papel para baño.
Y aún hoy debo luchar a diario para que ese pequeño gigante no
tome el control de mi voluntad. Y la
forma de vencerlo es ponerlo bajo los pies de Jesús. Claro que eso no es tan
sencillo como se escribe. Se necesita una completa confianza en Dios y estar sintonizado
con su realidad espiritual para que no cedamos ante las amenazas del temor.
El criado del profeta Eliseo lo vivió en carne
propia. Cierto día el rey de Siria envió
sus tropas a apresar al profeta Eliseo y así lo rodearon para atraparlo. El
criado, viendo las tropas y carros que se le venían encima, tembló y con justa
razón pues ya se veía muerto antes que acabara el día, así que externó su temor
a Eliseo. Si hubiera sido otra persona la que lo oía en vez del profeta, el
criado le habría contagiado su temor y seguramente ambos hubieran cometido
algún error mortal como tratar de escapar o rendirse o lo que sea que de seguro
hubiera acabado con sus vidas, pero estamos hablando del profeta Eliseo, el
sucesor de Elías.
¿Y qué hizo Eliseo? Pues oró a Dios para que le
abriera los ojos espirituales a el criado y este, entonces, pudo ver muchos más
carros de fuego y soldados de parte de Dios rodeando el ejército Sirio. De
hecho, pudo presenciar el poder de Dios de inmediato cuando el profeta oró y
todo el ejército Sirio quedó ciego e indefenso.
Es que la formula está muy clara en la Biblia y Eliseo
la conocía aún miles de años antes que Juan la escribiese en sus epístolas: “En
el amor NO hay temor, sino que el perfecto amor ECHA FUERA todo temor.”
Eliseo conocía a Dios. No solo conocía el poder de
Dios sino conocía la esencia e Dios: Dios es amor. Dios es, como dice Juan, el
perfecto amor. Y el perfecto amor echa fuera todo vestigio de temor. Porque,
cuando sabemos con certeza que Dios nos ama con tanto amor que no escatimó a su
propio hijo por nosotros, entonces podemos estar seguros que, cualquiera sea la
amenaza que el miedo quiera vendernos, Dios es mayor que ella y nos ama lo
suficiente como para que estemos seguros que El tiene el control de la
situación.
Todo lo contrario sucede cuando no tenemos esa
confianza en Dios. Un poco después del
evento donde Eliseo y su criado fueron guardados por Dios de los sirios, vemos
a los mismos sirios sitiando la ciudad de Samaria. ¿Y qué hizo Dios para vencerlos? Simplemente
les hizo oír como “estruendo de caballos y carros de combate y soldados” Y el
temor hizo el resto: los sirios pensaron que estaban siendo atacados por un
ejército mayor y huyeron aunque, en realidad, ninguno vio ni constató que los
estaban atacando.
Así obra el temor en nosotros: amplifica nuestras
propias flaquezas y nos hace creer que no hay salida. Y si lo dejamos, acabamos
como los sirios: huyendo y dejando todo lo que tiene valor para nosotros tirado
en el suelo.
El único temor saludable es el “Temor de Jehová” y,
claro, no estamos hablando de tenerle miedo a Dios (aunque muchos que le dan la
espalda deberían) Estamos hablando de un respeto total porque El es Santo,
porque El es Dios todopoderoso y unido a ese respeto que nos aleja del pecado,
va implícito el amor y la gratitud porque no solo nos creó y no solo nos salvó
por medio de la sangre de Su Hijo, sino porque nos ama para siempre y ha
diseñado todo para que seamos parte de su maravilloso plan.
Salomón decía que este temor reverente es el principio
de toda sabiduría. Este modo de vida nos alejará del pecado y las artimañas del
diablo y nos protegerá de las malas decisiones que el actuar fuera de la
voluntad de Dios nos puede acarrear.
No dejemos que el miedo nos diga cómo vivir nuestra
vida. Arranquémosle el disfraz y desnudémoslo a la luz de la palabra de Dios. Y
cuando nos salga al paso en nuestros pensamientos y nos quiera asustar como si
fuera un gigantesco dinosaurio radioactivo de película japonesa, recordemos lo
que Juan, aquel que pudo recostar su cabeza sobre el regazo de Jesús, quiso que
no olvidemos en momentos de temor e incertidumbre: El perfecto amor con el que
Dios me amará por siempre echa fuera todo temor, porque mi vida entera esta
bajo Su control.
Pablo Monlezun
Duermo tranquilo porque El me guarda
REFERENCIAS BIBLICAS:
JUAN 6
2 REYES 6
1 JUAN 4
SALMO 111
SALMO 19
PROVERBIOS 9
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