Luis medía un
metro de estatura y sin embargo, era un gigante.
En realidad, aunque aparentemente medía
un metro, en realidad se elevaba más de dos metros sobre el suelo.
Desde que Luis nació, el médico
que lo trajo al mundo supo que ese bebé sería un gigante. De hecho iba a ser el
primer gigante en un pueblo donde todos medían un metro de estatura.
Cuando las personas se
enteraron de esto, en vez de alegrarse, tuvieron miedo. Pensaron que si Luis llegaba a ser un
gigante, podría hacerles daño, dominar el pueblo, saquear sus bienes y nadie
podría detenerlo.
¡Había que hacer algo antes
que Luis creciera! Un anciano propuso la solución: “Ahora que es un niño, creerá todo lo que le digan asi que... ¿Por qué no le decimos que es un enano?”
Nadie entendió como podría funcionar eso. ¿Cómo hacer pasar a Luis por enano si llegará a mediar más del doble que los demás?
Nadie entendió como podría funcionar eso. ¿Cómo hacer pasar a Luis por enano si llegará a mediar más del doble que los demás?
El anciano respondió: “Es muy
simple en realidad. Vamos a enseñarle de pequeño a que ande siempre encorvado y
que conforme vaya creciendo se encorve más, hasta que llegue a caminar con su
cabeza a la altura de sus rodillas. De ese modo, medirá menos que nosotros y acabará
siendo el enano del pueblo”
Así lo hicieron y, tal como
el anciano había dicho. Incluso, aunque su nombre era Luis, lo comenzaron a
llamar "Luisito" para hacerlo sentir pequeño. "Luisito" lo creyó y fue bajando la
cabeza hasta convertirse en un enano.
El pueblo dejo de temerle. De
hecho, algunos olvidaron la verdadera condición de Luisito y se burlaban de él,
lo llamaban enano, lo golpeaban en la cabeza. "Luisito" se sentía humillado,
infeliz, triste y pequeño.
Un día, "Luisito" descubrió en
su registro de nacimiento que el médico que lo trajo al mundo afirmaba que ese bebé iba a ser un gigante que mediría más de dos metros.
"Luisito" buscó al médico y le
dijo “¿Cómo puede usted decir que yo soy un gigante si con mi frente casi toco
el suelo y todos me dicen enano?”
El médico le respondió: “Luis,
solo tú puedes decidir a quién le vas a
creer. Si a mí que te conozco desde que naciste y te traje a la vida o a la
gente mediocre que les conviene tener un enano en el
pueblo que los haga sentir gigantes”
"Luisito" meditó en esto. En el
fondo de su corazón sabia que el médico decía la verdad, aunque su espejo le
mostraba lo contrario.
Decidido, trató de
incorporarse pero no pudo. Su espalda acostumbrada a estar encorvada, le dolía
demasiado, así que desistió.
Por un tiempo fue más cómodo
caminar como enano. La espalda no le dolía y sentía la seguridad de saber cual era su lugar en el pueblo, pero algo dentro de "Luisito" le decía. “No eres un enano”.
Esa voz lo importunaba a todas horas, le quitaba el sueño.
"Luisito" decidió probar otra vez y así comenzó a incorporarse un poco, luego un poco más y un poco
más cada día. El dolor, que era insoportable al principio, fue cediendo hasta
que "Luisito" se incorporó completamente y comprobó que el doctor le había dicho
la verdad: era un gigante de más de dos metros de altura.
El día que vieron a "Luisito" caminando erguido por el pueblo, todos los mediocres se aterrorizaron y pensaron
“Ahora se vengará de lo que le hicimos y nos va a destruir” así que se juntaron frente a él a rogarle que
no los matase.
Entonces, Luis les respondió con una
sonrisa mansa: “No tengan miedo ni se preocupen. Ahora que soy alto puedo ver
que hay muchas cosas interesantes más allá de este pueblo. No quiero ser como
ustedes. Me voy fuera a buscar gente más alta que yo para que me enseñe a
crecer todavía más”
Y así Luis salió del pueblo sin mirar atrás.
Y así Luis salió del pueblo sin mirar atrás.
Por lo general veremos un patrón
algo común en la gente que triunfa en lo que se propone: son obstinados y no
ceden ante las críticas ni el desánimo. Se las ven duras, el camino no se les
hace fácil y a veces se quedan solos por un tiempo, pero la pasión y una fe de hierro en lo que hacen
los lleva a la meta.
Al resto del rebaño “promedio”
no les gustan los valientes, los osados, los que se avientan en pos de lo que
creen. Ellos quieren seguir una vida mediocre y tranquila hasta la tumba.
Por eso, cuando se levanta
entre ellos alguien que les recuerda que no hay imposibles…aparece una alarma
silenciosa en el rebaño que los pone en modo de “Hagámoslo enano” e
inmediatamente comienza el acoso psicológico para pedirle al mentecato que ha
osado creer en lo imposible, que desista. No sea cosa que lo alcance y haga ver
al rebaño como ovejas tontas.
Hace unos tres mil años (horas
más, horas menos) apareció un tipo así. A simple vista, la sociedad machista de
la época no daba tres centavos por él: casi adolescente, de facciones delicadas…
¡Y hasta tocaba el arpa! Este pastorcito aparentemente no era prospecto a nada importante
en la vida. Pero un buen día Dios le
dijo al profeta Samuel que iba a reemplazar al Rey Saúl (Alto, bien parecido,
perfil griego) por un nuevo rey y entonces mandó al profeta a la casa del padre
del joven pastorcito llamado David.
Una vez allí el profeta pensó
que el nuevo rey estaría entre los hermanos de David (Altos, bien parecidos,
perfil griego) pero Dios lo sorprendió pidiéndole que unja al joven pastorcito
que cargaba un arpa cual Hippie sesentero.
Ahora, David estaba
acostumbrado a que sus hermanos lo tomaran en poco, por eso, cuando sus
hermanos y el resto de Israel (Rey Saúl incluido)
se hacían del uno en el pantalón ante las amenazas del enorme filisteo Goliat,
nadie le dio importancia a ver a David en el campo de batalla, de hecho sus
hermanos lo regañaron… ¡Por haber dejado las ovejas solas! David no se dejó etiquetar
por nadie y pidió permiso para matar al filisteo. Saúl, con total lógica real,
le respondió que era jovencito, inexperto y que Goliat era un soldado experimentado
(y no olvidemos su tamaño)
David usó una lógica
diferente:
"Dios me libró de un león y de un oso que quisieron llevarse mis ovejas"
"Dios me libró de un león y de un oso que quisieron llevarse mis ovejas"
O sea: Dios me libró del León + Dios
me libro del oso= Dios me librará del filisteo
Un rato después, la cabeza
de Goliat, con una piedra clavada en la frente, estaba en manos de David…el
próximo rey de Israel.
David no miró su estatura.
Tampoco miró la del gigante. Miró la de Dios y en esa mirada se basó toda su
vida y todas sus proezas vinieron de allí.
Quizá no estamos en un puesto
de privilegio. Quizá no tenemos apellido ni fortuna. No somos genios, ni
artistas mediáticos, ni opinólogos célebres ,ni intelectuales de moda. Quizá
estamos en nuestra propia montañita con la simple tarea (que a nadie le
interesa) de cuidar unas pocas ovejitas.
Pero Dios ha puesto la mirada
en nosotros. Ese pequeño polvo cósmico que somos comparados al universo, ha
motivado el amor de nuestro Creador de tal manera que envió a su único hijo a
morir para salvarnos.
Y sí, es cierto que somos imperfectos,
pequeños ante el mundo y con una historia plagada de errores, pero si creemos que
Dios es suficientemente poderoso para usarnos para Su Gloria, entonces
calificamos perfectamente en la parte de la Palabra que dice que “Dios escogió
lo vil y menospreciado y lo que no es para deshacer lo que es”.
No lo dudes, no importa tu tamaño ante el mundo. No importa si ante la sociedad (aún ante la sociedad cristiana) no ocupas un lugar de preponderancia. Si Dios te dejó al cuidado de dos humildes ovejitas en la cima de un monte solitario, estás cumpliendo con Su voluntad, te has ganado el amor y gratitud de esas ovejitas y quizá, hay un enviado de Dios en camino para llevarte a una aventura increíble, porque hay un gigante poderoso
viviendo en tu corazón y El es el que te motiva a soñar que hay algo más allá
que todavía puedes alcanzar.
Ese gigante venció la muerte
y venció a Satanás en la cruz y tiene
planes que ningún ojo vio ni oído oyó… ¡La llamada a la aventura comienza! ¿Te
la vas a perder?
Pablo David Monlezun
REFERENCIAS BÍBLICAS:
1 Y 2 DE SAMUEL
1 Y 2 DE REYES
JUAN 3
1 CORINTIOS 1
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