DOG FRIENDLY SITE

miércoles, 6 de abril de 2016

LA DIFERENCIA


                                                      
Son perras, son French y son mías. La de color blanco es Martina y vive en DF, México. La gris se llama Nina y vive en Buenos Aires, Argentina.
Son completamente diferentes en algo y no es solo su color.

                       

Martina no le teme a nada. Es capaz de trepar el monte más escarpado, de corretear un auto en medio de la calle y de ahuyentar a un Rottweiller si este se acerca a su plato de comida, a pesar de medir 45 centímetros y pesar 3 kg.

Nina es todo lo contrario. Le teme a todo: gente, perros grandes y minúsculos, hojas que se mueven, el viento que las mueve... y camas.

Mientras que Martina se sube de dos saltos arriba de una mesa, Nina duda en trepar una cama de 40 centímetros de altura.

Me llevó casi un año enseñarle a saltar hacia el colchón y aún hoy que  aprendió, es el miedo el que le juega malas pasadas. Cuando deja que su instinto actúe, sube como la cosa más natural del mundo. El problema es cuando lo “piensa”. La veo pararse frente al mueble y prepararse, entonces teme no llegar con el salto y recalcula y va a intentarlo y de vuelta a recalcular.

Resultado: se queda sin subir, llorando , creyendo que la cama, que esta a dos palmos sobre su cabeza, es el inconquistable monte Everest.

¿Por qué actúa así si su raza se caracteriza por su agilidad? Porque la pobre tiene miedo.

El miedo nos miente, nos paraliza. Disfraza cuarenta centímetros en diez metros para Nina. Para algunos de nosotros, transforma una deuda en una sentencia impagable. Una pérdida amorosa en el fin de la vida. Un despido laboral en la entrega del techo al banco. Un nubarrón oscuro en la tormenta perfecta.

El miedo aprieta nuestra mente como un ariete y las voces de los terrores infantiles nos acosan una y otra vez: Estás acabado. Ahora si la regaste. Nunca saldrás de esto.  Es el fin.

 ¿Cuántas veces por miedo no nos salimos de situaciones, lugares y compañías que nos dañan pero tememos que no hay nada más afuera? Tememos no poder volver a empezar y paradójicamente, perdemos tiempo y postergamos lo inevitable hasta el límite, solo para descubrir, ya golpeados, que siempre había una salida y todo eso por miedo.

Por miedo, Abraham estuvo a punto de dejar que violaran a su esposa.

Por miedo, los israelitas construyeron un ídolo de oro y lo adoraron a pesar de haber vivido su milagrosa liberación de Egipto poco tiempo antes.

Por miedo, los habitantes de un pueblo le pidieron a Jesús que se fuera a pesar de haber presenciado un gran milagro.

Por miedo, los apóstoles no reconocieron a Jesús cuando se acercó a ellos caminando sobre el agua.

Y muchas veces, por miedo, no logramos reconocer a Dios en nuestra vida, hasta que nos dice, como en esa noche en el lago: ¡Yo soy, no teman!

El miedo es el enemigo de la fe. Nos siembra la duda y sea cual sea la situación, el mensaje subyacente es el mismo: ¿será que Dios podrá sacarme de esto? Porque si no lo hace, entonces…Dios no me ama y si no me ama…estoy acabado. El miedo es una serpiente que nos hipnotiza y nos va tragando de a poco, hasta que nos puede llevar a la desesperación, en el punto donde podemos cometer todo tipo de errores garrafales.

Pero la buena noticia es que podemos dar vuelta la frase y descubrir al enemigo mortal del miedo: la fe.

Esa confianza absoluta e irracional que se basa en el poder y carácter de Dios, aquel que dijo que no nos abandonará, que nos bendecirá, que se fortalecerá en nosotros que somos débiles, que nos perdonará cada vez que estemos dispuestos a arrepentirnos. La fe no se basa en nuestra percepción de las cosas, sino en la Palabra de Dios que no cambia. Todo lo que dijo que haría lo hizo, por tanto, todo lo que queda por hacer también estará cubierto por Él.

El miedo  tortura nuestra mente haciéndonos ver todo desde nuestra limitación humana y porque en eso tiene razón: como humanos estamos sujetos a que las cosas puedan salir mal, ya que no tenemos el control . Por eso al miedo se lo debe enfrentar no con nuestros recursos humanos, sino con el poder infinito de Dios y con su amor incomprensible que se probó en la cruz donde Jesús, siendo inocente,  murió por cada uno de nosotros para que pudiéramos vivir. Por eso, traigamos su voz cada vez que el temor ruge contra nosotros: “Yo soy, no tengan miedo” Y demos ese salto sin tanto recálculo cuando oigamos esa voz de mando.

Como diría un viejo amigo: Si a Dios no se le cae el universo porque lo sostiene con su Palabra…¿Crees que no podrá sostenerte a ti?

Por supuesto que sí. Garantizado. Quizá no del modo que lo esperamos, pero será de la mejor forma. Simplemente porque Él es Dios. Eso hace toda la diferencia. 

Pablo M.


                               

                                                   Martina y su complejo de cabra...                            

REFERENCIAS BIBLICAS:

GENESIS 20
EXODO 32
1 SAMUEL 15
MATEO 25
LUCAS 8
JUAN 6

Si deseas dejar un comentario o contarnos una experiencia similar, debajo de cada relato encontrarás el casillero adonde escribirlo y en “Comentar como” solo abres la pestaña “Nombre/url” y allí dejas tu nombre.

Si esta reflexión fue de bendición para tu vida, por favor compártela con otros. Cada semana habrá nuevas reflexiones en este blog. Si lo deseas puedes seguir nuestro twitter:  @pescadorcorazon  donde te avisaremos al instante cada vez que haya nuevas entradas en el blog.

CLIQUEANDO SOBRE EL TITULO DE BLOG, PODRÁS VER TODOS LOS RELATOS UNO DETRÁS DEL OTRO.



Pescador de corazones stories © All rights reserved.