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martes, 1 de octubre de 2013

EL HUEVO Y LA GALLINA


 ¿Qué fue primero: el huevo o la gallina?
Yo digo: el huevo.
¿Y quien puso entonces el huevo?
Yo digo: buen punto. Entonces fue primera la gallina.
¿Y de de que huevo salió la gallina?
Mmmmm.



Uno podría dar vueltas toda la vida sin resolver este tonto enigma literario.

Precisamente, algunos de nosotros vivimos constantemente en medio de un enigma sin resolución. Para algunos son defectos de carácter, para otros falta de fe, para otros son vicios, para otros son dudas. Sea cual fuera la causa, parecemos condenados a repetir los mismos errores una y otra vez cada día, como si fuésemos personajes de la película “El día de la marmota”.

Muchos encaramos el día encomendándonos a nuestro Creador y exponiéndole todos los problemas de los que queremos ser libres de una vez y para siempre. Y oramos con fe, con determinación y con ánimo. Sin embargo, esos mismos problemas nos tragan como la ballena a Jonás y pronto estamos sufriendo por habernos golpeado el mismo dedo otra vez contra la puerta.

¿Acaso no hay solución entonces? ¿Es que la vida sana y abundante esta solo disponible para unos pocos escogidos? ¿Cómo romper el círculo?

Hace unas semanas, un buen amigo me dio la respuesta al acertijo del huevo y la gallina. Y la respuesta es…Dios.

Si fue primero la gallina es porque la creó Dios, porque en Génesis dice que fue él quien creó a toda especie animal.
Y si fue primero el huevo, también fue Dios, porque quizá, fue la forma en que creó a la gallina. Como sea, la respuesta es Dios.

Y justamente es Dios es el que puede romper el acertijo endemoniado que ata nuestras vidas.
Muchas veces, el problema está en que vivimos día a día con la mirada puesta en lo que nos aqueja. Aún cuando oramos, ponemos el foco en esos problemas de los que le pedimos a Dos que nos libre y así vivimos hora tras hora, minuto tras minuto en una diaria y agotadora agonía.
¿Y que obtenemos? Justamente el efecto contrario: el estar todo el tiempo con la atención puesta en los problemas hace que los vemos cada vez más grandes, más difíciles, más poderosos y estos acaban por socavar nuestra fe y nuestra esperanza y nos volvemos sus esclavos y ellos toman nuestra mente bajo control quitándonos el sueño y permeando nuestra voluntad.

Y la solución es la misma que con el huevo y la gallina. Si solo te concentras en el huevo y la gallina, no hay respuesta, pero si miras afuera del problema y ves a Dios, resulta que estás viendo la respuesta.

Cuando saco los ojos de esos problemas que me torturan y los pongo en Dios, es cuando la solución comienza a llegar, porque Él (Dios) es quien…

Perdona todas mis iniquidades.
Sana todas mis dolencias.
Rescata del hoyo mi vida.
Me corona de favores y misericordias.
Sacia de bien mi boca
De modo que rejuvenezca como el águila.

Los problemas, los errores, las faltas, cobran otra dimensión cuando los ponemos bajo los pies de Jesús. Esto no significa minimizarlos o justificarlos, sino ponernos en el lugar adonde deben estar para que Dios, al entregarle nuestra voluntad, pueda sanarnos y corregirnos, porque Dios tiene el control de todo.

Jesús no se asustó de lo que habían hecho  los pecadores que venían a él por redención. No se asustó de la traición de Pedro, ni de que Jacobo y Juan le sugiriesen hacer descender fuego del cielo para consumir a los samaritanos que no los dejaban pasar. No se asustó de la falta de fe del padre del endemoniado, ni de que Lázaro apestara a putrefacción cuando mandó a quitar la piedra.

¿Y por qué? Porque no vino a condenar, sino a salvar lo que se había perdido. 
Si ponemos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, entonces ya no estaremos luchando con nuestra pequeña fuerza contra gigantescos molinos de viento, sino que seremos testigos de cómo el Espíritu Santo nos va transformando a la imagen y estatura de Jesús. Dios no se ha rendido en su decisión de cambiarnos ¿Por qué habremos de rendirnos nosotros? 

No es un proceso fácil, no es de la noche a la mañana y no esta exento de resbaladas y traspiés, de caídas y derrotas (lo digo por extensa experiencia en este punto) pero si seguimos, si no desmayamos, si perseveramos...llegaremos. (Sino pregúntenselo a aquellos que pensaban que Pedro sería un pescador ignorante toda su vida, quisiera ver sus caras esa mañana de Pentecostés.)

Y así, cuando los temores nos asalten y nos quieran convencer de que nunca cambiaremos, de que nunca lo lograremos, ya no importara mucho saber si fue primero el huevo o la gallina. Lo que realmente importara es saber quién Es primero hoy en nuestra vida y esa es la única respuesta que importa: Dios.

Pablo Monlezun




REFERENCIAS BÍBLICAS:

SALMO 103

HEBREOS 12

LUCAS 22

LUCAS 9

MARCOS 9

JUAN 11

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