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lunes, 21 de octubre de 2013

CAMINO A CASA


En la película “Star Trek, the Voyage home” (Star Trek, el viaje a casa), la nave Uss Enterprise con toda su tripulación viaja al pasado (a los ochentas) para buscar un elemento que salvará el planeta en el futuro.


En una escena, el Dr. Mc Coy entra a un hospital (en los ochentas) a rescatar a un miembro de la tripulación y se cruza con una señora que esta en una camilla pidiendo un doctor. El medico se detiene ante ella y después de saber su condición, le da una "aspirina del futuro" y se va. Minutos después, cuando, huyendo del hospital,  pasa junto a ella nuevamente,  la señora le grita emocionada y agradecida que le creció un nuevo riñón…


Ah, el remedio soñado: ¡Que en vez de tener que operar, mejor algo nos sane al instante! Todos queremos la píldora mágica que nos cure de todo sin tener que pasar por ninguna otra etapa.

Regresando a “Star Trek” ¿Quién de los que ha visto la serie o películas no habrá anhelado que existiese un “tele transportador” como el que muestran allí, de modo que pudiésemos entrar en él y ser transportados en un segundo a cualquier distancia?

Resulta que hubo un joven que tuvo que viajar sin tele trasportador y debió pasar por un proceso sin píldoras milagrosas, como todos nosotros.

Este joven era heredero de un hacendado acaudalado. Cuando alcanzó la mayoría de edad le pidió a su padre que le adelantase su herencia. Ya con ese dinero, se fue lejos y se dio la gran vida y no se privó de nada. Al tiempo quedó en bancarrota y tuvo que trabajar de jornalero. No le alcanzaba ni para comer, de modo que hasta quería alimentarse de la comida que le daban a los cerdos.

En medio de su desgracia recordó que tenía un padre, a quien había defraudado, en cuya hacienda los jornaleros eran bien tratados  y decidió ir a verlo, para pedirle perdón y rogarle que lo recibiera como a un jornalero más. Jesús nos relata en la historia inmediatamente después que el padre, cuando lo vio venir a lo lejos, lo reconoció y fue movido a misericordia por su hijo que estaba volviendo.

Ahora, si esto hubiese sido un capítulo de “Star Trek”, el joven se hubiese "tele transportado" desde la hacienda adonde trabajaba hasta la hacienda de su padre. O si esto hubiese sido una película, podríamos haber editado el material desde que el joven tomó la decisión (ahí va un corte) y aparece caminando cerca de la casa de su padre, justo cuando este lo ve.

Esta última versión es como eligió Jesús contarla, pero por más que haya escogido editarla, algo sucedió seguro en la historia del joven: tuvo que viajar desde la hacienda hasta la casa de su padre.

Recordemos su contexto: esta muerto de hambre y sin dinero. Esta desanimado y cansado y encima agobiado al reconocer lo que ha hecho, además, lleva el peso de la vergüenza de tener que enfrentar a su padre, a quien defraudó y a su hermano, quien gozará en el futuro de la herencia que este joven ya no tiene.

Con todo ese peso, con toda esa carga, el joven debe iniciar el largo viaje a casa. largo, pues si no tenía ni para comer, mucho menos tendría dinero para pagarse un transporte.

Es un camino plagado de temores y arrepentimiento, acompañado por la tentación de regresar...

¿Sera que mi padre me recibirá o acabaré en la puerta de la que una vez fue mi casa, muerto de hambre y cansancio? ¿Tendré las fuerzas para llegar? ¿Por qué mejor no me quedo adonde estoy y trato de robarle la comida a los cerdos? ¿Para que la molestia del viaje?

El salmista decía que Dios es quien saca del hoyo mi vida y eso es cierto, pero también hay un camino que recorrer allí. No hay edición ni tele transportador divino. El camino es hacia arriba, hacia la luz, despegándonos del fondo que nos retenía, confiando en que Dios no nos soltará a la mitad y acabaremos rompiéndonos la cabeza.

Es en ese camino, a menudo solitario de compañía humana, adonde luchamos con nuestros miedos, alejamos a los demonios, limpiamos el alma, somos probados y aprobados y conocemos más de cerca a aquel que nos ama con amor eterno, porque es un camino de fe. 

Las circunstancias, nuestra naturaleza , nuestra mente, todo eso nos trata detener, de regresarnos a lo “malo conocido” porque nuestra mente natural no tiene nada que ver con la fe. El camino de regreso desde cualquier lugar a donde hayamos caído es un camino de redención y fe. 




Quizá el escenario es árido y polvoriento y solo vemos una larga carretera por delante que parece no tener fin ni destino. Pero es ahí adonde debemos confiar en las promesas de Dios, fijar los ojos en su Palabra y avanzar. Seguir metro a metro, minuto a minuto, día a día. 

Y al igual que en el hoyo oscuro, nuestros ojos deben estar siempre fijos en la luz.

Cuando el joven tomó responsabilidad por sus actos y entendió que había pecado contra Dios y su padre, inició el camino a casa. 

Y no hay que detenerse ni volver hasta llegar a la meta. Colón y otros exploradores como él sabían algo cuando salieron a explorar nuevos mundos: una vez pasada la mitad de la travesía no podían volver atrás porque no les hubiesen alcanzado las provisiones y morirían, por eso luchaban por ir hacia adelante.

Hay caminos realmente duros de transitar y siempre es mejor iniciarlos uno mismo que ser “empujados” hacia allí por Dios o por nuestras propias consecuencias.

El Rey Nabucodonosor se enorgulleció cierta vez y pecó contra Dios. Dios lo castigó haciéndolo vagar siete años por el campo, comiendo como animal hasta que recobró la razón y le dio la gloria a Dios.

Cuando se trata de restauración no hay atajos. No hay píldoras. Un hueso roto necesita tiempo para soldar y para ello debemos cargar con un yeso el tiempo necesario. Hay procesos que no podemos saltar. Porque la sanidad viene justamente incluida en ese camino. Y si es cierto que hay caminos de regreso muy difíciles. El salir de una adicción, por ejemplo, ya sea alcohol, drogas, juego, etc, es muy duro. 


¿Y qué sucede cuando el camino de regreso a casa se presenta ante nosotros tormentoso y escarpado? ¿Por qué muchas veces queremos negociar con Dios y pedirle que lo acorte, que nos lleve más rápido o que lo cambie? ¿Acaso será porque no confiamos en que Dios nos lleve a buen puerto?

Jesús pudo atravesar todo lo que atravesó porque tenía absoluta confianza en su Padre y ese es el requisito necesario para emprender el viaje.

Pero Dios como buen padre sabe que ese camino es necesario, por más duro que sea, para sanarnos. El ejemplo más sublime lo tenemos en Jesús mismo: Él tenía que sufrir y morir por nuestros pecados. Y Jesús, sabiendo esto claramente, con toda su humanidad le pidió al Padre que, si podía, cambiase ese destino de dolor y sufrimiento. Con el dolor del alma, Dios Padre tuvo que ver como Su Hijo sufría pero no cambió Su voluntad…Y todo esto por nosotros, por amor a la humanidad.

El joven de la historia tomó el camino poniendo la fe donde tenía que estar: Padre perdóname y hazme como uno de tus jornaleros

El no esperaba un arco iris y una olla de oro. Solo esperaba poder pedirle perdón y alcanzar la suficiente misericordia para estar otra vez a su lado, pero no contaba con el amor incondicional del padre, quien lo reconoció a la distancia, lo recibió, lo perdonó, lo vistió, lo curó y le dio otra vez la potestad de ser llamado su hijo. ¡Igual que lo desea hacer Dios con cada uno de los que corremos hacia Él! Porque nunca olvidemos el final de la historia: "Mientras el hijo todavía estaba muy lejos de la casa, su padre lo vio y tuvo compasión de él. Salió corriendo a su encuentro y le dio la bienvenida con besos y abrazos" (Versión La palabra de Dios para Todos)

En el momento más cansado, Dios mismo se adelantará para recibirnos, porque, aunque nos parezca extraño, Él esta aún más interesado  que nosotros mismos en que lleguemos a la meta.

Y aunque el camino sea duro y difícil, si es el camino escogido por Dios, nos llevará tarde que temprano, a casa.

Pablo Monlezun


Dios siempre te recibe en su casa

REFERENCIAS BIBLICAS

LUCAS 11
SALMO 103

DANIEL 4

LUCAS 22

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