Hace un tiempo, la brigada de rescatistas de
animales “Hope for Paws” recibió una llamada acerca de un perrito
abandonado en mal estado en un estacionamiento al sur de Los Ángeles. Llegaron
al lugar y al principio no vieron señales de ningún animal en la zona. De
pronto, algo pequeño se movió entre un montón de basura. Cuando los rescatistas
se acercaron, descubrieron a una pequeña Poodle escondida entre trapos
mugrientos y viejas escobas.
Estaba desnutrida, sucia y pulgosa. Y estaba
completamente ciega.
El animalito se había atrincherado en medio de
la oscuridad que siempre lo rodeaba para protegerse de la lluvia y de los
perros más grandes. Incapaz de abandonar su escondite por miedo, incapaz de ver
para procurarse alimento, se había acurrucado a morir de hambre…Y así lo
encontraron.
A unos miles de kilómetros y años del pequeño Poodle,
otro ciego no la pasaba mucho mejor. Su nombre era Bartimeo.
Bartimeo estaba ciego y como también era muy
pobre, no podía valerse por si mismo. No podía trabajar. No tenia ninguna
utilidad en al sociedad judeo-romana de la época. Solo podía mendigar y esperar
misericordia de los viajantes que pasaban por allí. Ese camino, que iba de
Jerusalén a Jericó, era peligroso y abundaban los bandidos. Bartimeo tenía que
enfrentar cada día el temor de ser asaltado, golpeado, de pasar hambre, de
volver sin nada, de ser olvidado.
A Bartimeo solo lo cubría una humilde capa: un trozo
sucio de tela que a su única protección contra el frío, contra los depredadores
y contra los asaltantes. Este ciego vivía en un mundo de oscuridad, temor y
desaliento a los que estaba condenado hasta su muerte.
Nada hubiese cambiado su vida hasta aquel día
especial. Ese día había muchos más peregrinos que de costumbre en el camino
porque la Pascua estaba cerca. Pero estos caminantes andaban alborotados y
curiosos porque Jesús, el maestro, estaba pasando por ahí. Bartimeo ya había
oído a los caminantes hablar sobre Jesús y sus milagros. Desde hacía un tiempo
no había día que alguien no pasara comentando sobre Él. Y lo que más había
atraído su atención era aquel comentario sobre que Jesús había abierto los
ojos a un ciego de nacimiento. ¡Le había abierto los ojos! ¡Y a un ciego
de nacimiento! Bartimeo recordó ese sueño que había tenido noches antes, aunque
las imágenes eran borrosas, en su sueño veía otra vez…veía los olivares, veía
las fuentes, veía el templo…veía…
Casi no se dio cuenta cuando la capa se le cayó al
levantarse.
Trato de orientarse por el ruido hacia el área adonde
todos iban tras Jesús. De pronto había olvidado su miedo, tanto como había
olvidado su capa y las escasas monedas que en ella guardaba y avanzó a tientas.
Tropezó con peregrinos que lo empujaron pero Bartimeo dio otro paso tambaleante
hacia el alboroto hasta que notó que este se alejaba de él, así que, entre el
ruido del gentío alzó la voz y gritó con todas sus fuerzas: ¡Jesús, hijo de
David, ten misericordia de mi!
A su lado algunos se rieron, otros le ordenaron
que se callase porque querían oír lo que pasaba adelante. Bartimeo aunque era
ciego, se hizo el sordo a sus reclamos y grito más fuerte, poniendo toda su
energía, toda su fuerza, toda su vida en un alarido desgarrador : ¡Jesús, hijo
de David, ten misericordia de miiiiiiiiiiiiiiiii!
Y ese último grito hizo que el rescatista de la
humanidad se detenga.
Los que antes callaban al ciego fueron abriendo paso
hasta que quedo formado un camino libre entre el mendigo ciego y
Jesús. Bartimeo lo entendió porque el ambiente a su alrededor había cambiado de
pronto. Alguien lo tomó de un brazo y lo levantó del polvo y le dijo: “Ten
confianza, levántate, Te llama”
Y Bartimeo se dejó conducir. Depronto, era el nuevo
personaje central de todo lo que estaba pasando. Cuando se detuvieron, no
necesitó que le digan que Jesús estaba frente a él. No podía verlo pero sabía
ante quien estaba. Entonces oyó su voz confiada, tejiendo las palabras que
Bartimeo alguna vez soñó escuchar:
“¿Qué quieres que te haga?”
“¿Qué quieres que te haga?”
La muchedumbre alrededor calla expectante…algo
va a pasar.
Bartimeo alguna vez fantaseó con lo que pasarla si
alguien se compadeciera de él y le ofreciera
una proposición semejante y había soñado con
lo cómoda y segura que se volvería su vida si alguien le
diese oro o si simplemente un rico le permitiese vivir en el patio de su casa. Ahora, Bartimeo solo tenía un momento para salir de su estupor y las palabras fluyeron de su boca sin que las pensase siquiera:
“Mi gran maestro…(Rabbouni)...”
“Que recobre la vista”
¡Y de inmediato, sus ojos volvieron a ver!
Como el pequeño e indefenso Poodle, como el
desalentado y pobre Bartimeo, millones estamos ciegos, pobres y
desamparados.
Sin nadie que nos abra los ojos de la fe y del
espíritu, buscamos cosas donde acurrucarnos. Ideales de seguridad que de pronto
se desvanecen ante una dificultad y nos muestran lo vulnerables que en realidad
somos.
Como ciegos que pretendemos ver, tropezamos unos con otros y corremos tras el ciego que dice tener la mejor visión, solo para darnos cuenta más adelante que todos estamos cayendo en el mismo agujero al seguirle.
Pero de pronto, la luz se acerca. No sabíamos donde y como buscarla, pero ella nos buscó a nosotros.
Así como los rescatistas buscaron al perrito hasta su
madriguera en medio de la basura y el orín, Jesús también fue hasta el lugar
adonde Bartimeo mendigaba y así busca hoy a cada ciego de espíritu para abrirle
los ojos.
Los medios nos ciegan. La codicia nos ciega. El placer
nos ciega. Vivimos en la oscuridad y en medio de ella perseguimos falsos faros
que nos prometen navegar por aguas seguras y llegar a buen puerto pero como
falsas señales que son, solo acaban llevándonos al desastre.
Necesitamos que Jesús nos abra los ojos a la verdad, necesitamos que nos de
ojos de amor hacia los demás, ojos de compasión, ojos de fe que puedan ver
Su reino invisible actuando a nuestro favor, como Elías vio los carros de
fuego que le protegían.
¿Cuantas veces hemos tropezado por no ver y acabamos heridos, adoloridos y frustrados? Necesitamos sanar de todas las heridas que recibimos
por nuestra ceguera,lo que me lleva de nuevo a nuestra perrita…
Los rescatistas se la llevaron, la curaron de
sus infecciones, le dieron de comer hasta que ganó peso y la llevaron con un
doctor. Este, confirmó su ceguera pero les dio la buena noticia que podía
devolverle la vista en un ojo con cirugía.
¡HABEMUS DOCTOR!
Al otro día, después de muchos años, mucho miedo y mucho dolor, la perrita volvió a ver. Algunos días después fue adoptada por una familia que la sigue amando...
¡Nosotros también hemos sido adoptados por Dios! Ya no tenemos que escondernos, ya no hay que temer, ya no hay oscuridad porque Dios es luz. Jesús, la luz del mundo, es un guía confiable a quien podemos seguir día a día. Dejémonos sanar, dejémonos amar por Dios y veremos cosas maravillosas. AsÍ como un bondadoso doctor curó a una perrita abandonada, así Jesús que por sus heridas ganó nuestra sanidad, nos curará las heridas y andaremos en la luz.
En cuanto a Bartimeo, volvió a ver y ya no necesitó de
su capa...
¡Estaba demasiado ocupado para regresar por ella porque
iba siguiendo a Jesús por el camino!
Pablo David Monlezun
(Si quieren ver el emocionante vídeo de como
Hope for Paws rescató a la perrita ciega, pueden ir a: http://www.youtube.com/watch?v=rr_U3qgNc2o )
REFERENCIAS BÍBLICAS:
MATEO 20
LUCAS 18
MARCOS 10
JUAN 8
MATEO 9
2 REYES 2
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