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miércoles, 3 de julio de 2013

DE AEROPUERTOS Y VIAJEROS

Los aeropuertos suelen ser lugares donde siempre hay mucha gente que viene y que va. Como es un lugar de tránsito, todo el tiempo se llena de gente que viaja, gente que despide a la gente que viaja, gente que vende boletos  a la gente que viaja...


Cuando llega la noche, los aeropuertos de las ciudades más pequeñas se vacían. Lo que horas antes era un hormiguero de gente se vuelve casi desértico. No es raro ver a la madrugada a algunos pasajeros durmiendo en el suelo  esperando un único vuelo de las 3 am.


Hace unos años conocí a Diego,  esposo de la hermana de uno de mis mejores amigos en Lima, Perú. En esos días, Diego andaba visitando a su cuñado. Según él me contaba, en esa época Dios le estaba enseñando sobre la fe.

A Diego le tocó el vuelo de regreso a su país en la noche. Algo sucedió que hizo que Diego necesitara cincuenta dólares extras para viajar y resultó que no los tenía y no podía viajar si no pagaba esa cantidad en el aeropuerto. Como se enteró de esto cerca de la hora de partida,  ya no tenía tiempo de llamar a su cuñado para que llegase hasta el aeropuerto con el dinero faltante. Y la posibilidad de que Diego se encontrase con un conocido que pudiera darle ese dinero en un aeropuerto casi desierto, a las 11 de la noche ,era casi nula...

Sin embargo “Casualmente” yo estaba a esa misma hora en ese lugar.

En esa época estaba produciendo un concierto cristiano y me encontraba en ese momento aguardando la llegada de los músicos mexicanos. 

Yo recuerdo esa noche como ver el aeropuerto vacío y a un rubio a lo lejos que se me acercaba. Nos reconocemos. Es Diego. Él y yo somos practicamente los únicos en el lugar.

Me cuenta de su problema. Abro mi billetera y checo y veo que “casualmente” solo llevo encima un billete de cincuenta dólares (notarán que el "casualmente" siempre lo escribo entre comillas porque, precisamente, no era una casualidad)

Esa noche, Diego pudo volar y ambos aprendimos algo sobre la fe y lo oportuno que es Dios.



Lejos de Lima, como dos mil años atrás, otro viajero va en camino.
Es un etíope funcionario real de su país. Su carruaje levanta arena en el desierto. No va leyendo el periódico, ni la revista "Times", ni mucho menos la revista "Men´s and Health" que se venden en los aeropuertos  a los viajeros. Va leyendo el libro del profeta Isaías y va acumulando tantas dudas en su cabeza como polvo en su nariz.

“Casualmente” Felipe camina a su lado. El Espíritu Santo lo ha enviado a unirse a la caravana y Felipe está a punto de entender  el porqué. 

Cuando oye al etíope leyendo, se acerca y le pregunta si entiende lo que lee. El Etíope ve la oportunidad de aligerar el viaje con un compañero de charla (Como muchas veces nos pasa en los aeropuertos) e invita a Felipe a subirse al carruaje. 

Felipe lleva al Etíope a través de las Escrituras desde Isaías directo hasta Jesús.

Kilómetros más adelante, las garzas que descansan en un oasis ven con curiosidad como Felipe sumerge al etíope en el agua y este emerge feliz para seguir su camino bautizado.




Dios no envió a Felipe antes que llegara la caravana ni lo envió después que hubiera pasado, lo envió en el tiempo y lugar exactos para el encuentro.

Gandalf, el mago de la novela  “El señor de los anillos” le contesta a Frodo, cuando este lo regaña por haber llegado “tarde” a una fiesta : “Un mago nunca llega tarde ni nunca llega temprano…llega precisamente a la hora que quería llegar”

Esa línea se aplica, en la realidad, solamente a Dios. 

Solo Él conoce el momento exacto y perfecto para que las cosas sucedan. Cuando nos sometemos a Su voluntad, nos va moviendo a través de la vida como piezas fundamentales para estar en el momento oportuno para ser de bendición o para ser bendecidos (En ambos casos siempre ganamos algo)

Dios tiene todo planeado. Maneja los tiempos a la perfección. En algún gigantesco calendario tiene marcados el día, la hora y el minuto en que nacemos y en que dejamos este mundo.  
Hasta tiene marcado el día exacto en que la Tierra cambia, en que nacen “cielos nuevos y tierra nueva”

En esta vida, la gente suele estar segura de una cosa por sobre todas: No hay nada seguro. 

Hay gente que se despide de su casa para irse a trabajar o incluso a la tienda por un helado y ya nunca regresa, como le pasó  al actor Paul Walker, estrella de la serie de películas  "Rapido y Furioso", donde en un momento está despidiéndose de personas en un evento de caridad y minutos después yace en llamas bajo los hierros retorcidos en un paradójico accidente automoilístico.

La vida es incierta. Millones vivieron aterrados en la época de la Guerra Fría esperando los misiles que nunca llegaron. En los ochenta, el temor global era que alguien “apretara el botón” y todos nos volviéramos, en el mejor caso, mutantes apocalípticos regresando a la edad de piedra.

Los humanos vivimos con miedo, pensando, sabiendo y  entendiendo algo: realmente no tenemos el control de nada. Y por eso pasamos toda la vida trabajando y buscando cosas que nos den la sensación de control: poder, status, los mejores planes médicos y de retiro. 

Pero todo eso puede desvanecerse cuando te dicen que un organismo microscópico llamado bacteria se metió en la nariz de tu hijo y horas después, tu niño que corría feliz por el parque, yace inerte bajo la sabana oscura de la fría morgue de un hospital que no pudo salvarlo y por el que pagabas la mitad de tu sueldo.

Y no es que este mal planear, al contrario, debemos ser responsables y hacer lo que este a nuestro  alcance para darles seguridad a nuestros seres queridos, pero, al fin y al cabo, eso no nos asegura que todo acabara bien y tal incertidumbre puede quitarle el sueño a cualquiera.

Bueno, a cualquiera que no pone a Dios en esa ecuación.

Porque la buena noticia es que en un mundo caótico, Dios sigue teniendo el control.  
El es lo único seguro en un mundo inseguro. Felipe pudo relatarle al etíope todos los eventos escritos sobre Jesús porque se cumplieron, porque sucedieron. Nada de lo que Dios predijo faltó a la cita divina.

No sabemos lo que ocurrirá en el próximo minuto de nuestras vidas pero Dios si lo sabe. Y puede guiarnos a través de los caminos inseguros del mundo como guió a Felipe hacia el Etíope.

Para los que amamos y tenemos fe en Dios, el mundo puede cambiar de ser un sitio peligroso a ser un sitio donde la misericordia y el amor divino se desenvuelven delante nuestro cada día.  A veces ese camino incluye dolor y podemos no entenderlo en un principio, pero podemos estar seguros que hay un fin mejor en todo eso y un propósito de parte de Dios.

Jesús no fue sorprendido ni un instante por Satanás y el mundo. El sabía exactamente lo que iba a sucederle a cada paso que se acercaba más y más a la cruz. Sabía lo que padecería, sabía el precio a pagar y no fue inmune al dolor, al sufrimiento y al miedo del castigo que enfrentaría por ti y por mí. Pero también conocía el final de la historia y el propósito de ese momento. 

El dolor, la agonía y la muerte dieron paso a la resurrección, la majestad y la libertad.

Así como Diego en ese aeropuerto y como el etíope en el desierto, también nosotros somos viajeros constantes en esta vida.
El único que nos puede llevar a  destino a pesar de los pronósticos de tormentas, en un viaje sin demoras ni cancelaciones, sigue siendo Dios, así que:  a ajustarse los cinturones y ¡A disfrutar del viaje!





REFERENCIAS BÍBLICAS:

HECHOS 8

APOCALIPSIS 21

ISAIAS 7 y 9

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